Al igual que otros regímenes con rasgos de totalitarismo, el régimen neo-totalitario chavista se ha caracterizado por duplicar organismos públicos. Esta duplicación de organismos y por ende la división de autoridad ha sido exitosa para generar la confusión que requieren los totalitarismos, y en general los gobiernos no democráticos con el propósito de mantenerse en el poder. Arendt señaló que la coexistencia de un poder real y del ostensible es una herramienta que se emplea con el propósito de alimentar la incertidumbre de la que se nutren los totalitarismos. [1]
La duplicación de organismos contribuye a la ineficiencia, pero para los gobiernos totalitarios la eficiencia pasa a un segundo plano, debido a que el principal objetivo del líder es detentar el poder total sacrificando para ello la eficiencia administrativa y la capacidad industrial y económica. Se justifica que la estructura del Estado no sea eficiente argumentando que esa situación es transitoria, pues conciben las victorias o derrotas en términos de periodos muy extensos, para lo que acuden a metas globales.
Esa afirmación se sustenta en la necesidad que tienen los movimientos
totalitarios de aprovecharse de las masas,
toda vez que éstas constituyen un ingrediente fundamental para configurar un
Estado totalitario, esto lo ha logrado Hugo Chávez a través de dadivas y promesas, pocas de ellas
cumplidas a cabalidad y otras a medias tintas para aglutinar el chavismo duro, al cual movilizan con
facilidad bajo la manipulación y el
uso de los recursos económicos de todos los venezolanos, principalmente de las
enormes ganancias provenientes de la comercialización del petróleo.
Lo anterior, así como la venta de petróleo y gas a precios, muy por
debajo de los establecidos en el mercado, principalmente a Cuba, Nicaragua y a otros países ALBA[3],
se sustenta en el hecho en que Chávez y su colaboradores más cercanos, al igual
que lo han hecho otros dictadores
totalitarios a lo largo de la
historia desprecian las riquezas naturales
e industriales (…) incluso las del Estado que gobiernan. Para dichos
líderes los recursos de la naturaleza“(…) constituyen una fuente de botín y un medio de preparar el siguiente paso dentro de la expansión agresiva (…)”[4].
La economía pasa a un segundo plano dentro
de los gobiernos totalitarios, los cuales se caracterizan por saquear los recursos naturales y destruir
el aparato productivo. Esto trae
como consecuencia que el miedo, la violación
de los derechos humanos y la manipulación
de la legalidad, estén acompañados de la ineficiencia.
[1] Arendt, Hannah, Los Orígenes del
Totalitarismo (Trad. cast. de Guillermo Solana, México: Taurus, Primera
Reimpresión 2004). Título original: The Origins of Totalitarianism, New York.
Harcour Brace Javanovich, 1961.
[2]Ibídem, p. 506.
[3]
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
[4]Arendt, Hannah, Ob cit,
p. 509.
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