lunes, 7 de abril de 2014

@leopoldolopez "No tengo miedo, también nos lo han quitado"

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Leopoldo López, en una manifestación el 18 de febrero. / CARLOS GARCÍA RAWLINS (EFE)
Leopoldo Santiago, mi hijo de un año de edad, dio sus primeros pasos en la cárcel militar de Ramo Verde; el contexto hizo que el que comúnmente sería uno de los momentos más felices para un padre, fuera para mí, uno de los más duros; un momento para reflexionar, para cuestionarme y al final… confirmar lo acertado del camino que he tomado, el camino de la lucha por el futuro de mis hijos, de la niñez y juventud venezolana, de un pueblo asfixiado y humillado que merece libertad, que merece paz, que merece justicia y la oportunidad de progresar.

Cuando tomé la decisión de hacer frente a las falsas acusaciones en mi contra, sabía perfectamente lo que me esperaba; era consciente de que sería otra víctima de una justicia injusta, de un proceso infame, como lo han sido tantos presos políticos que ha cobrado este régimen; que tendría que dejar a mi familia, confiando en que su fortaleza y amor por nuestro país los mantendría en pie; sabía que pasaría en aislamiento y soledad, un tiempo sólo definido por el deseo de cambio del pueblo venezolano… Yo lo decidí así y no me arrepiento.

Tengo muy claro que mi presencia en Ramo Verde no es consecuencia de lo sucedido el 12-F, sino el resultado de una larga persecución por parte de la sinrazón, de un régimen intolerante, represivo y corrupto. Desde enero de 2013, el presidente Maduro me amenazó con meterme en prisión y fue muy reiterativo en ello durante todo el año. También es importante recordar que el Gobierno del presidente Chávez me inhabilitó para participar en las elecciones del 2008 para la Alcaldía Mayor, con un 70% de aprobación; y en 2012 la Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenció a mi favor.

Mi estancia aquí y lo sucedido en la fiscalía no son más que el claro reflejo de que estábamos en lo correcto, de que era necesaria esa chispa que encendiera en los venezolanos ese deseo tan latente de lograr un cambio social y político. Que mi encarcelamiento esté contribuyendo en alguna medida al despertar de los venezolanos, vale la pena… Saber que más allá de estas rejas, cada día miles de venezolanos exigen en las calles un cambio pronto, pacífico y constitucional, vale la pena… Que por fin, el mundo comience a prestar atención a lo que sucede en Venezuela, que nuestros hermanos más allá de las fronteras se sumen a nuestro llamado… vale la pena. Que el día de mañana podamos ver a nuestros hijos con la frente en alto al haber luchado por ofrecerles libertad y progreso, vale la pena… Que juntos, los venezolanos, consigamos dejar atrás una historia de división, violencia y corrupción habrá valido la pena.

Tras más de 30 días de aislamiento, alejado de la población carcelaria, mi mente y mi espíritu se mantienen fuertes. Se me quedó grabada la frase de una pancarta que leí el 12-F [inicio de las protestas]: “Nos han quitado tanto, que nos quitaron hasta el miedo…”. A pesar de la incertidumbre que representa estar en manos de un verdugo que tiene preso a todo el pueblo venezolano, que ha expropiado el futuro de los jóvenes y pisado su presente, no tengo miedo… tengo la compañía de mi inocencia y la certeza de haber hecho lo correcto.

Desde esta celda, me lastima más que nunca lo que mi familia y todas las familias venezolanas están padeciendo; me lastiman todos los compatriotas —sin exclusión— que han perdido la vida; me lastima el secuestro de nuestra libertad...

Pero también, hoy más que nunca, reconozco la fortaleza de mi esposa, de mis padres y mis hermanas que han continuado con la lucha, que no desfallecen en esa tarea de seguir llamando al despertar y la unidad; reconozco y admiro la entereza de esos padres que piden que la muerte de sus hijos no sea en vano; agradezco las muestras de cariño y solidaridad que me han llegado hasta aquí y acompañan mis días; pero sobre todo, me enorgullezco de mis compañeros de lucha, del valiente pueblo venezolano que se compromete todos los días con la patria y no descansa en su afán de lograr el cambio.

Lo he dicho ya, salir de esta crisis que tiene sumida a Venezuela en la penumbra depende de todos; de que cada uno desde donde nos toca, demostremos que estamos dispuestos a luchar; a hacernos sentir y dejar saber cuántos somos los que deseamos un cambio; contagiando nuestra valentía y solidaridad a todos los que se encuentran descontentos con lo que están viviendo. Debemos demostrar que ya no estamos dispuestos a seguir bajo un modelo fracasado y corrupto; ni a creer en un falso intento por establecer la paz a punta de plomo.

La escasez, la inflación, la crisis hospitalaria, la inseguridad, la falta de libertad y respeto a los derechos humanos limitando la libertad de expresión, nos afectan a todos por igual… Nuestra lucha es la lucha de todos los venezolanos; una lucha para que los padres puedan ver a sus hijos dar sus primeros pasos en una Venezuela libre, segura y en paz.

Han pasado ya 15 años, no podemos esperar más, Venezuela necesita un cambio. Fuerza y fe.

Leopoldo López, líder opositor venezolano en prisión, es presidente de Voluntad Popular.


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