Por: Zulmaire González
Nicolás Maduro hoy flamante Presidente encargado y candidato presidencial, fue ungido por el entonces Presidente Hugo Chávez en la que sería su última aparición pública, para continuar con el denominado proceso revolucionario. Maduro quien ha estado vinculado al régimen chavista desde sus inicios, recibió formación marxista en Cuba, en donde forjó su carácter autoritario del cual empezó a dar muestras cuando fungió como Presidente de la Asamblea Nacional, pues más de una vez fuimos testigos a través de las televisoras de como atropellaba, quitaba la palabra abusivamente a los opositores e incluso recurrió a la fuerza física para imponer sus puntos de vista. Como Ministro del Poder Popular para las Relaciones Exteriores se le reconoce haber comprendido la visión de política exterior de Hugo Chávez para implementar una diplomacia petrolera que ha permitido al Gobierno venezolano a través de la manipulación mostrar apariencia de democracia gracias al apoyo de los Estados que van desde China, Rusia, Bielorusia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Bolivia pasando por prácticamente todas las islas del Caribe y un número importante de países del continente africano, los cuales se han venido beneficiando de las dádivas obtenidas a través de la cooperación internacional y/o a través de negocios en sectores, como hidrocarburos, minería, electricidad, infraestructura, entre otros.
El ungido Maduro, dejó el Ministerio de
Relaciones Exteriores para ser designado Vicepresidente Ejecutivo, desde esa
posición empezaría a tomar decisiones cada vez de mayor trascendencia para el país, en la medida que se debilitaba la salud
de Chávez. Es así como en fecha
05 de marzo del presente año una vez que se anunció la desaparición física de
Chávez, se inició una tramoya por parte de las instituciones del Estado con el
propósito de nombrar a toda costa a Nicolás Maduro como Presidente encargado.
La Sala Constitucional interpretó el Artículo 233 constitucional para permitir
que Maduro asumiera de facto la Presidencia de la República como encargado, la
decisión de la Sala Constitucional ha sido cuestionada, toda vez que no sólo obvió
que conforme a la Carta Magna correspondía al Presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello asumir dicho cargo, sino que además se le otorgaron a Maduro
iguales atribuciones a las que le corresponden a los presidentes electos por
votación secreta, directa y universal, y por si fuese poco se le permitió
mantenerse en el cargo durante la campaña electoral, esto en flagrante
violación del Artículo 258 de la Ley de Procesos Electorales.
Desde el momento que Hugo Chávez Frías comenzó
a hacerse menos visible, pasando por el episodio de su desaparición física, han
transcurrido aproximadamente ciento treinta (130) días durante los cuales
Maduro se ha mostrado sin identidad propia, ha buscado justificar decisiones
como la devaluación de la moneda en un 46% escudándose detrás de la figura de
Hugo Chávez, tratando de hacer creer al pueblo venezolano que se trató de la
ejecución de una orden de Chávez, la sensación de falta de gobierno se ha
acrecentado en la medida que los problemas del país se agravan (inseguridad,
desempleo, crisis del sistema de salud, deterioro de las instituciones,
ineficacia para solucionar el déficit habitacional, etc).
Asimismo, han contribuido
al deterioro de la imagen de Nicolás Maduro las contradicciones en las que
incurrió, cuándo se pronunció sobre la salud de Chávez durante su larga
convalecencia, y/o cuando informó sobre su fallecimiento, esto y el extenso
show en que se transformaron las exequias presidenciales, incluyendo la idea
del embalsamiento, nos presenta a Maduro como un oportunista ansioso por
mantenerse y acrecentar su poder a toda costa, a la vez que han incrementado
las dudas acerca de la fiabilidad de Maduro, quien ante sus carencias
personales, ausencia de formación académica, y falta de identidad se nos
ha presentado como un hijo de Hugo
Chávez. Pero Maduro dista de ser Chávez, ni siquiera logra imitarlo con gracia,
se asemeja más a una pésima caricatura, su falta de liderazgo y de ascendencia
dentro del chavismo es evidente. De hecho, no le ha funcionado portar la
estrella de cinco puntas, ni trajearse de verde oliva como su titiritero Fidel
Castro, tampoco le ha servido hacer uso de un fanatismo lleno de contradicciones,
pues trata de presentarse como cristiano, pero a la vez es conocida su devoción
tanto por Sai Baba como por María Lionza. Ha hecho uso de un lenguaje
homofóbico, también ha demostrado su desprecio por el género femenino, llama al
diálogo, a la vez que muestra un profundo resentimiento social al fomentar la
división entre los venezolanos esgrimiendo el tema de los apellidos, y amenaza
con la Fuerza Armada Nacional, así como con la Milicia Bolivariana, que no es
más que un grupo paramilitar creado por el régimen para ser utilizado una
eventual confrontación entre los dos polos en que está dividida actualmente la
población venezolana.
Maduro representa la mentira, la manipulación,
el fanatismo, el autoritarismo, las ansias desmedidas de poder a través del uso
del aparato del Estado con fines electorales, la entrega de nuestros recursos
naturales no renovables al Castro-Comunismo, la persecución a los estudiantes,
el cercenamiento a la libertad de
expresión y opinión, el resentimiento y el apartheid político, asi como la profundización de los
problemas que aquejan a la población: más inseguridad, más desempleo, más
pobreza, violaciones a los derechos humanos, más presos políticos,
manipulación, mentira, desmantelamiento del aparato productivo, debilitamiento
institucional, falta de separación de poderes, menor flujo de inversión
extranjera, mayor devaluación, más corrupción. Por estas razones debemos persuadir a nuestros
compatriotas que NO voten por Nicolás Maduro, quien de resultar electo sumirá a
nuestro país en la mayor de la crisis de su historia republicana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario