Por: Dael Dávila Elguera
Firma invitada
Lo he visto en sus ojos. Esa mirada que reúne frustración, congoja,
rabia y desazón. Lo he visto en diversos amigos estudiando en Estados Unidos.
El último de ellos ha decidido no regresar. Les han robado el país dicen.
Fueron los cubanos, ahora son los chinos, fue la corrupción y los burócratas.
No hay comida en las zonas periféricas, cada vez escasea más los productos
básicos. Dicen que en la capital la cosa es distinta, la capital es el
soporte del régimen. Pero ellos sienten, que aunque en un momento apoyaron la
llamada revolución, el país se está cayendo a pedazos. Su pena es un dolor
compartido, porque somos latinos y somos de la misma sangre. La rabia que
genera la situación me recuerda a lo que paso en Perú hace más de veinte años.
Ahora es Venezuela la que sufre las consecuencias de un régimen
totalitarista que con el cuento de la revolución está destruyendo una de las
posibles potencias en Sudamérica y condenando a la división a un pueblo.
¿Cómo un país con una de las reservas petroleras más grandes del mundo
llegó a esta situación? La respuesta se abre en dos frentes. El primero es la práctica
política del ex presidente Hugo Chávez. La exacerbada idolatría sobre el líder
político canalizó los programas sociales en torno a la revolución que
supuestamente este llevaba. Al igual que en los noventa en Perú, la práctica
asistencialista en escuelas y puestos de salud tenían el rostro del líder
venezolano. Era innegable que el paternalismo despegado por el aparato estatal
en una supuesta reivindicación de libertad del país solo buscaba que los
“salvadores” se queden en el poder. Para ello no solo fue necesario un gobierno
mediático, sino una captura del Estado en todas sus esferas. Es increíble ver
como miembros del poder judicial, ejecutivo, congreso y consejo nacional
electoral defendían el cambio de constitución hacia una posible
re-elección vitalicia, dejando de
lado las palabras del libertador Simón Bolívar.
Todo esto fue posible por el segundo frente despegado por el
gobierno venezolano. La estatización de empresas supuestamente estratégicas
para el mercado venezolano permitieron que durante el alza de los precios del
petróleo el país se diera el lujo de comprar todo aquello que por si el mercado
no podía suplir. Sin embargo, tras la estabilidad del precio del petróleo y las
consecuencias de tener un tipo de cambio regulado, las importaciones
venezolanas están dejando un país sin abastecimiento. Esto sumado a la
creciente inseguridad ciudadana ha obligado a que los militares protejan los
supermercados. El gobierno por su parte, como todo régimen totalitarista, ha
dejado por sentado que quienes los apoyan son buenos y antimperialistas y por
el contrario quienes están en su contra son burgueses opresores del pueblo. Hoy
en día Venezuela está en crisis, Maduro ha viajado a China a pedir más dólares
mientras cada vez se hace más difícil que el país sea el auspiciador de otros
países en la región. Es obvio que Venezuela cambiará tarde o temprano, pero las
heridas divisionistas creadas por unos falsos mesías, son las que más años tardarán
en sanar.
Esta experiencia venezolana
nos invita a pensar en la paradoja del discurso de quienes proponen un cambio
de modelo exportador bajo una supuesta explotación imperialista, pero lo único
que hacen es tener una economía controlada que genera pobreza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario