domingo, 19 de enero de 2014

Venezuela: un totalitarismo que divide


Por: Dael Dávila Elguera
Firma invitada

Lo he visto en sus ojos. Esa mirada que reúne frustración, congoja, rabia y desazón. Lo he visto en diversos amigos estudiando en Estados Unidos. El último de ellos ha decidido no regresar. Les han robado el país dicen. Fueron los cubanos, ahora son los chinos, fue la corrupción y los burócratas. No hay comida en las zonas periféricas, cada vez escasea más los productos básicos. Dicen que en la capital la cosa es distinta,  la capital es el soporte del régimen. Pero ellos sienten, que aunque en un momento apoyaron la llamada revolución, el país se está cayendo a pedazos. Su pena es un dolor compartido, porque somos latinos y somos de la misma sangre. La rabia que genera la situación me recuerda a lo que paso en Perú hace más de veinte años. Ahora es Venezuela la que sufre las consecuencias de un régimen totalitarista que con el cuento de la revolución está destruyendo una de las posibles potencias en Sudamérica y condenando a la división a un pueblo.

¿Cómo un país con una de las reservas petroleras más grandes del mundo llegó a esta situación? La respuesta se abre en dos frentes. El primero es la práctica política del ex presidente Hugo Chávez. La exacerbada idolatría sobre el líder político canalizó los programas sociales en torno a la revolución que supuestamente este llevaba. Al igual que en los noventa en Perú, la práctica asistencialista en escuelas y puestos de salud tenían el rostro del líder venezolano. Era innegable que el paternalismo despegado por el aparato estatal en una supuesta reivindicación de libertad del país solo buscaba que los “salvadores” se queden en el poder. Para ello no solo fue necesario un gobierno mediático, sino una captura del Estado en todas sus esferas. Es increíble ver como miembros del poder judicial, ejecutivo, congreso y consejo nacional electoral defendían el cambio de constitución hacia una posible re-elección  vitalicia, dejando de lado las palabras del libertador Simón Bolívar.  

Todo esto fue posible por el segundo frente despegado por el gobierno venezolano. La estatización de empresas supuestamente estratégicas para el mercado venezolano permitieron que durante el alza de los precios del petróleo el país se diera el lujo de comprar todo aquello que por si el mercado no podía suplir. Sin embargo, tras la estabilidad del precio del petróleo y las consecuencias de tener un tipo de cambio regulado, las importaciones venezolanas están dejando un país sin abastecimiento. Esto sumado a la creciente inseguridad ciudadana ha obligado a que los militares protejan los supermercados. El gobierno por su parte, como todo régimen totalitarista, ha dejado por sentado que quienes los apoyan son buenos y antimperialistas y por el contrario quienes están en su contra son burgueses opresores del pueblo. Hoy en día Venezuela está en crisis, Maduro ha viajado a China a pedir más dólares mientras cada vez se hace más difícil que el país sea el auspiciador de otros países en la región. Es obvio que Venezuela cambiará tarde o temprano, pero las heridas divisionistas creadas por unos falsos mesías, son las que más años tardarán en sanar.

 Esta experiencia venezolana nos invita a pensar en la paradoja del discurso de quienes proponen un cambio de modelo exportador bajo una supuesta explotación imperialista, pero lo único que hacen es tener una economía controlada que genera pobreza.

El mismo reto lo tiene Perú. Llevamos trece años de democracia, y nuestra economía exportación de materias primas lentamente abre paso a nuevos mercados. Tenemos un reto muy grande como plantea el CADE universitario. Seamos rebeldes, respetemos las reglas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario